En la economía de vigilancia nuestros datos son materia prima y nosotros personas digitales y mano de obra gratuita

En la economía de vigilancia nuestros datos son materia prima y nosotros "personas digitales" y "mano de obra gratuita"

La “plataformización de la economía de vigilancia” se basa en la captura masiva de datos personales (big data), en la capacidad de predecir patrones (data mining) y en la comercialización de sus resultados (productos predictivos) como fuente de la riqueza digital en una economía en la cual prima el intercambio de bienes virtuales (intangibles).

Nuestras experiencias personales en las múltiples aplicaciones y programas de software que utilizamos son consumidos por los procesos algorítmicos como materia prima y, como resultado de dichos procesos, transformadas luego en datos de comportamiento.

Una parte pequeña de esos datos se utilizan para mejorar el servicio de las aplicaciones y el resto se considera “excedente de comportamiento” del usuario.

Dichos excedentes que ya no son meros datos sino “metadata” que alimenta los algoritmos.

Así encontramos un paralelo a lo que sería un “proceso de producción digitalizado” administrado por “machine learning” (rama de la inteligencia artificial que identifica patrones de comportamiento y aprende de los resultados modificando los procesos algorítmicos).

El producto que sale de esa cadena de producción son las predicciones que anticipan las futuras acciones de cada usuario y lo perfilan como “persona digital”.

La persona digital” es un clon virtualizado de cada usuario, construido a partir de la creación de perfiles basados en sus comportamientos.

Los referidos “productos predictivos” se convierten en bienes digitales intangibles que se comercializan en un “mercado de futuros”, ya no de bienes, sino de comportamientos sociales. 

La “economía de vigilancia” se enriquece con los beneficios que genera el excedente de comportamiento.

Los datos personales son la moneda de dicha economía de vigilancia y la gratuidad en su obtención la convierte en la materia prima sobre la cual se construyen las plataformas digitales.

A partir de procesos de inferencia y correlación, las plataformas se apropian de nuestros datos y perfilan una “persona digital” que alimenta las lógicas de segmentación con los cuales, a través de ingeniería social, influyen o persuaden nuestro comportamiento como consumidores, como ciudadanos y como electores e invaden nuestro derecho a la privacidad.

Las fuentes de datos de las cuales abreva el algoritmo son diversas. 

Las más evidentes son las transacciones de comercio electrónico, nuestros consumos digitales y de streaming y el historial de navegación en Internet. 

Pero hay una gran cantera adicional de donde extraer nuestros datos personales para perfilarnos.

Esa cantera son los sensores de nuestros dispositivos y “wearables” (reloj inteligente, dispositivos de fitness), los registros de desplazamientos y lugares visitados de nuestros teléfonos, las calificaciones crediticias y bancarias, los datos que aportamos en supuestos concursos y promociones, los registros de las tarjetas de fidelidad de comercios minoristas y todos nuestros consumos con tarjetas de crédito y débito.

Los datos personales son el principal recurso de la economía de vigilancia plataformizada y cada uno de nosotros se convierte sin saberlo en un “trabajador ad honorem” que, generalmente ignorándolo, aporta esa mercadería para su comercialización y utilización en campañas de marketing, en votaciones electorales o hasta en análisis de agencias de inteligencia.

En una economía digitalizada el valor económico de una organización está influido por la valoración de su fondo de comercio, un intangible fundado en el algoritmo, la inteligencia artificial y la automatización. 

En consecuencia, ante la intangibilización de la realidad económica, es necesario el rediseño del sistema tributario y de cotizaciones a la Seguridad Social para contemplar la plataformización de la economía.

En dicho rediseño si el valor económico de una empresa está basado en su fondo de comercio, la capacidad contributiva de esos contribuyentes digitales también deberá basarse en su fondo de comercio, en su capital intelectual y el valor en el mercado de aquellos intangibles (datos, algoritmos, patentes, marcas, know how y productos predictivos) que explotan económicamente.

Estos intangibles se construyen a partir de datos personales que se han apropiado gratuitamente del dominio público sin abonar contraprestación alguna por ellos. 

Hasta aquí podemos afirmar que, desde una visión legal en general y, en específico desde la faz propiamente tributaria, la economía de plataformas es un ámbito no regulado aún en sus alcances y que no tributa adecuadamente por la riqueza y beneficios excepcionales que genera al apropiarse de nuestra mano de obra gratuita y de nuestros datos.

Si la lectura del artículo te despierta inquietudes, te invito a compartirlas en los comentarios.
Saludos, Rodrigo

Si te interesa leer más sobre los diversos desafíos futuros que enfrentamos en el marco de la economía de vigilancia y la digitalización del trabajo, te invito a visitar mis recientes libros y publicaciones. En aquellos que están disponibles en español y en inglés se indican los hipervínculos a ambas versiones:
Puedes leer las notas previas en idioma español y en inglés en el blog: https://trabajodecenteinclusionsocial.blogspot.com/

*** (English version) ***

In the surveillance economy our data is raw material and we are "digital persons" and "free workers"


The “platformization of the surveillance economy” is based on the massive capture of personal data (big data), on the ability to predict patterns (data mining) and on the commercialization of its results (predictive products) as a source of digital wealth in an economy in which the exchange of virtual goods (intangibles) prevails.
Our personal experiences in the multiple applications and software programs that we use are consumed by algorithmic processes as raw material and, as a result of these processes, later transformed into behavioral data.
A small part of this data is used to improve the service of the applications and the rest is considered “behavioral surplus” of the user.
These surpluses are no longer mere data but "metadata" that feeds the algorithms.
Thus we find a parallel to what would be a "digitized production process" managed by "machine learning" (a branch of artificial intelligence that identifies behavior patterns and learns from the results by modifying algorithmic processes).
The product that comes out of this production chain are the predictions that anticipate the future actions of each user and outline them as a “digital person”.
The “digital person” is a virtualized clone of each user, built from the creation of profiles based on their behaviors.
The referred "predictive products" become intangible digital goods that are traded in a "futures market", no longer of goods, but of social behaviors.
The “surveillance economy” is enriched by the benefits generated by behavioral surplus.
Personal data is the currency of this surveillance economy and the free access to it makes it the raw material on which digital platforms are built.
Based on inference and correlation processes, the platforms appropriate our data and outline a “digital person” that feeds the logical segmentation with which, through social engineering, they influence or persuade our behavior as consumers, as citizens and as voters (and invade our right to privacy).
The data sources from which the algorithm draws are diverse.
The most obvious are e-commerce transactions, our streaming and digital consumptions, and internet browsing history.
But there is a large additional quarry from which to extract our personal data to profile ourselves.
That quarry is the sensors of our devices and “wearables” (smart watch, fitness devices), the records of trips and places visited from our phones, credit and bank ratings, the data that we provide in alleged contests and promotions, records of the loyalty cards of retail stores and all our consumption with credit and debit cards.
Personal data is the main resource of the platform surveillance economy and each one of us unknowingly becomes an “ad honorem worker” who, generally ignoring it, contributes that merchandise for its commercialization and use in marketing campaigns, in electoral votes or even in intelligence agency analysis.
In a digitized economy, the economic value of an organization is influenced by the valuation of its goodwill, an intangible based on algorithm, artificial intelligence and automation.
Consequently, given the intangibility of economic reality, it is necessary to redesign the tax system and Social Security contributions to contemplate the platformization of the economy.
In said redesign, if the economic value of a company is based on its goodwill, the taxpaying capacity of these digital taxpayers must also be based on its goodwill, its intellectual capital and the market value of those intangibles (data, algorithms, patents, trademarks, know-how and predictive products) that they exploit economically.
These intangibles are built from personal data that have been freely appropriated from the public domain without paying any consideration for them.
So far we can affirm that, from a legal perspective in general and, specifically from the tax aspect itself, the platform economy is an area not regulated yet in its scope and that it does not pay adequately due to the wealth and exceptional benefits that it generates when appropriating of our free labor and our data.
If reading the article raises concerns, I invite you to share them in the comments.
Greetings, Rodrigo

If you are interested in reading more about the various future challenges we face in the surveillance economy and the digitization of work, I invite you to visit my recent books and publications. In those that are available in Spanish and English, the hyperlinks to both versions are indicated:
You can read the previous notes in Spanish and English at: https://trabajodecenteinclusionsocial.blogspot.com/

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