En el actual contexto cobra vital importancia el invertir en #talentohumano en la #economíadelconocimiento

Los rápidos e impredecibles cambios tecnológicos que se dan en el marco de la cuarta revolución industrial modifican la manera en la cual el conocimiento es incorporado a la economía actual, surgiendo lo que ha dado en llamarse “Knowledge Economy” o “Economía del Conocimiento”. Es decir, aquellos sectores de actividad que aprovechan intensivamente las nuevas tecnologías, no solamente las de información y comunicación (TIC), para incorporar valor agregado a su producción de bienes o servicios.
Un factor clave en las sociedades que impulsan la economía del conocimiento es el incentivo a la inversión del “talento humano” (enfocado en las habilidades de innovación, creatividad e investigación) por sobre el incremento de los “fierros” (equipamiento e infraestructura).
Con base a la definición previa, si bien no podemos restringir la economía del conocimiento a cierto sector económico, podemos destacar su preponderancia en la formación y capacitación, en la investigación y desarrollo, en el desarrollo de tecnologías complejas, informática, telecomunicaciones y robótica.
Así entendemos a la Economía del Conocimiento, en el marco de la cuarta revolución industrial, como la combinación integrada de actividades productivas que se apoyan en el uso intensivo de tecnología y que requieren de un talento humano altamente calificado. Esta conjunción de alta tecnología y altas calificaciones genera cambios en la organización productiva de las empresas. 
Una expresión de este fenómeno son las compañías que ejercen una posición dominante en su sector y que no poseen bienes físicos y, a veces, emplean a pocos trabajadores. Así, en el “top ten” de las mayores empresas que cotizan la bolsa de valores encontramos cinco “tecnológicas”: Apple, Alphabet (Google), Microsoft, Amazon y Facebook. Estos clústeres de servicios basados en el conocimiento año tras año representan un porcentaje mayor del PBI. 
Hace varios años atrás el formato tradicional de las empresas integraba muchas funciones dentro de una misma organización o a lo sumo, en un mismo grupo económico, porque era muy engorroso coordinar todas las transacciones con terceros ajenos y eso incrementaba sus costos. La robotización de procesos, la conectividad digital y los desarrollos de software de análisis y predicción de grandes volúmenes de datos hoy permiten reducir significativamente estos costos, abaratando la realización de muchas transacciones más allá de los límites de la propia empresa. 
Pero no todas las nuevas tecnologías surgen en esta díada integradora con talento humano altamente calificado. 
En el marco de esa tendencia podemos explicar, en parte, el fenómeno reciente de las plataformas digitales, las cuales crean mercados y generan un punto de conjunción entre servicios laborales y la demanda de servicios. Aunque también surgen nuevos retos para la aplicación efectiva de la protección social de los trabajadores en relación de dependencia en ciertas modalidades como el empleo esporádico de los “trabajadores de plataformas digitales” (GONZÁLEZ CAO, 2018a) en el marco de la economía de los pequeños encargos (“gig economy”).
Si ampliamos la mirada más allá de las plataformas que hoy conocemos (Rappi, Glovo, Uber, Iguanafix, etc.) y lo aplicamos a la organización empresarial en general, veremos que muchos analistas que impulsan el “downsizing”, es decir, el aplanamiento de las estructuras en las empresas tradicionales, se preguntan si esta evolución tecnológica permitirá reemplazar el voluminoso modelo de una corporación con trabajadores, supervisores y gerentes, que conforman una compleja jerarquía de puestos de desempeño especializados, dando lugar en su reemplazo a organizaciones centrales más delgadas que dependan de una extensa red de proveedores externos para muchas de sus actividades.
Los invito a expresar sus opiniones en los comentarios.
Saludos a todos, Rodrigo

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