Los efectos de la pandemia desnudan una distopía de desigualdad y precarización laboral que reclama un Estado presente

Los efectos de la pandemia desnudan una distopía de desigualdad y precarización laboral que reclama un Estado presente. De manera imprevista la paralización generada por las medidas sanitarias de prevención de la enfermedad pandémica nos ha enrostrado con una gran lupa la distopía de desigualdad y precariedad que se amplía aún más en contextos de alta densidad urbana, aglomeración familiar en los hogares, informalidad económica y desconfianza social en los cuales los retos estructurales no resueltos se han enquistado largamente.

La economía digital y del conocimiento y el impacto de su cambio tecnológico sobre el futuro del trabajo se magnifican más en Argentina por ciertos aspectos estructurales no resueltos de sus mercados internos laborales que son caldo de cultivo para una creciente precarización del empleo.

Para poder afianzar el “contrato social” y salir de la trampa de dicha distopía es necesario identificar la causa raíz de los retos estructurales no resueltos. Un camino posible para identificar los retos estructurales no resueltos es diferenciar entre sus causas raíz y sus consecuencias.

Entre las causas raíz podemos enumerar, entre otras, a la inestabilidad social y económica originada en procesos inflacionarios indomables que tienen un impacto en los costos laborales y en la depreciación del poder adquisitivo de los salarios. 

Pero también podemos agregar la declinación del nivel educativo, la escasez de trabajadores con formación técnica específica, los crecientes niveles de pobreza y marginación social, la caída del nivel de empleo, una distribución inequitativa del ingreso y el consecuente descontento social creciente. 

Y todos estos factores de desintegración social repercuten en un desintegración productiva (HECKER y KULFAS, 2005) potenciada por un empleo informal superior al 35%, circuitos económicos marginales, alta presión fiscal, desempleo y fragilidad de las condiciones de trabajo de jóvenes y migrantes (OIT, 2018b). Por tal motivo, la inestabilidad referida no obedece a un hecho puntual sino que es un reto estructural multicausal y no resuelto de la Argentina de los últimos cincuenta años.

En diferentes oportunidades se implementaron diversas medidas de estabilización ortodoxas que ponen su acento en la disciplina fiscal, descuidando los ingresos de los agentes económicos (DORNBUSCH y DE PABLO, 1988). Luego, ante el descontento que generan, cuando se adopta un enfoque más heterodoxo que procura además defender el empleo y los ingresos, surgen necesariamente acciones de control de precios, salarios y tipo de cambio. Quienes promueven dichas respuestas heterodoxas se apoyan en la teoría de juegos y en las expectativas racionales, obviando que los comportamientos individuales de los agentes económicos son no-cooperativos y no-coordinados, lo que dificulta dirigirlos y asegurar una política de demanda compatible con un nivel menor de inflación (DAMILL y FANELLI, 1994) y (DAMILL, FANELLI y FRENKEL, 1994).

En este contexto de restricción externa, algunos plantean aumentar la tasa de ahorro, lo cual sólo sería posible realizando una profunda reforma tributaria para lograr un sistema impositivo más eficiente y, sobre todo, con una base más amplia, ya que en Argentina, como hemos señalado previamente, una parte importante de la economía opera en la marginalidad. 

Aunque reiteradamente se han propuesto salidas a esta situación estructural argentina, los remedios planteados son casi etéreos: más estabilidad, más inversión, más eficiencia.

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Saludos a todos, Rodrigo

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