La Seguridad Social en la peor recesión desde la 2ª Guerra, y la primera vez desde 1870 en que caerá el PBI de tantos países

La irrupción de la nueva normalidad nos sorprende con desafíos estructurales no resueltos que demandan ser encarados. Entre los más prioritarios podemos citar la formalización de quienes tienen empleos no cubiertos por la Seguridad Social en la economía marginal y el poner fin a la pobreza de ciertos nichos de trabajadores que perciben ingresos insuficientes y realizan jornadas de labor extenuantes.
Sin duda hemos avanzado en los últimos tiempos, pero las cuestiones estructurales no resueltas agravarán el impacto de una disrupción que, de acuerdo con la edición de junio de 2020 del informe “Perspectivas económicas mundiales” del Banco Mundial, sería la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial, y la primera vez desde 1870 en que tantas economías experimentarían una disminución del producto per cápita.
Un informe de la CEPAL (2011) concluye que el desarrollo económico y el desarrollo social están íntimamente entrelazados y deben integrarse activamente en una política pública orientada a lograr una mayor igualdad. América Latina sigue siendo la región más desigual del mundo y esto no solamente plantea retos en materia de ingresos monetarios sino también en las dimensiones de género, étnicas y territoriales. Precisamente en grupos excluidos el empleo tiende a ser precario y no logra constituirse en un vehículo de movilidad social y bienestar. Más aún, las condiciones laborales de amplios sectores de la población distan mucho del horizonte normativo del trabajo decente y no garantizan el acceso a mecanismos de protección social.
En ese marco debemos renovar los esfuerzos para resolver las problemáticas del trabajo infantil y de las diversas formas de trabajos ilegales y forzosos, para avanzar en la formalización de las relaciones laborales informales, para asegurar la suficiencia de los ingresos de los trabajadores con el fin de que no caigan en la pobreza y con la equidad de las condiciones de las mujeres que participan del mercado laboral, entre otras cosas.
Toda disrupción, y la nueva normalidad del trabajo lo es, representa una oportunidad de transformación, siempre que se aproveche positivamente su dinamismo para mejorar la vida de todas las personas. Por el contrario, si no intervenimos con resolución estaremos deambulando hacia un mundo donde la desigualdad irá en aumento, la incertidumbre se acentuará y la exclusión se hará fuerte, con repercusiones demoledoras a nivel político, social y económico.
En este contexto surgirán voces que soliciten revisar la financiación tradicional del sistema contributivo, solidario y de reparto de la Seguridad Social, a la par que surgirán otras posturas a favor de un ingreso ciudadano y una garantía laboral universal que deberán ser cuidadosamente estudiados, tanto en la sustentabilidad de su financiamiento, su suficiencia para cubrir las contingencias sociales como en el alcance de la universalidad de su cobertura.
La vigencia del “contrato social” contemplado en el artículo 14bis de la Constitución Nacional y su viabilidad requiere de mantener siempre vivo un proceso de diálogo social entre los principales interlocutores del mundo tripartito del trabajo (Estado, empleadores y trabajadores). Cuando funciona como debería, el diálogo social promueve la participación, la justicia y la legitimidad y encuentra soluciones equitativas y duraderas para los problemas del mundo del trabajo.
Los invito a expresar sus opiniones en los comentarios.
Saludos a todos, Rodrigo
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